Virgen del Prado - Aparición milagrosa I
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Los reyes cristianos, al heredar la corona real y demás atributos reales de sus mayores, recibían, al mismo tiempo, la imagen santísima de la Virgen llamada entonces Nuestra Señora de los Reyes, que era venerada en los oratorios reales. A la muerte de don Sancho hereda la santa imagen, su hilo don Fernando, primer rey castellano, quien la lleva a su corte de Burgos. Mucho debe este Monarca a la protección de la Virgen del Prado. Cuando Alfonso VI ocupa el trono de Castilla, después de la Jura de Santa Gadea, realiza, de triunfo en triunfo, varias empresas guerreras contra los infieles, llevando consigo la venerada imagen, llamada entonces la Virgen de las Batallas. El rey castellano, como dice Fr. Diego de Jesús, "intentó más conquistas de ciudades y reinos, no con la ambición o avaricia de añadirlos a su corona, sino con piadoso celo de volverlos a introducir a la religión cristiana, sacándolos de la tiranía de los moros". Así sucedió con la nobilísima ciudad de Toledo, empresa de las más gloriosas y célebres de aquella época. Triunfante -- prosigue el P. Carmelita - entró el rey en Toledo con la imagen de la Virgen y sus soldados, los cuales iban haciendo amorosas salvas a la protectora de sus armas. En hombros de príncipes cristianos, en medio de los batallones victoriosos y seguida de ocho obispos, encargados de rendirle culto, entró la Stma. Virgen en la imperial ciudad del Tajo. Al cristiano Monarca le valió esta victoria el título de Conquistador y a la Soberana Señora el de Fundadora y Restauradora de las dos Castillas; glorioso homenaje bien merecido, ya que el reino de la vieja Castilla salió debajo del manto protector de esta santa imagen, y el núcleo de Castilla la Nueva, la imperial Toledo, salió también de los usurpadores, a la vista y con el reflejo celestial de la misma Señora, Santa María del Prado. |
Aparición milagrosa de la Santa Imagen de la Virgen en el prado de Pozuelo Seco, hoy Ciudad Real. Interesante documento conservado en el archivo parroquial de Santa María del Prado. |
El rey don Alfonso VI, para vengar un ultraje de su suegro, rey de Sevilla, organiza una expedición guerrera contra la morisma y marcha con su ejército hacia Andalucía. Al llegar a Zalanca, provincia de Badajoz, el ejército cristiano es sorprendido por los almohades, sufriendo espantosa derrota las huestes de don Alfonso. Tan grande fue el desastre para los cristianos en esta batalla, que, incluso, la vida del rey estuvo en grave peligro. Los caballeros que peleaban al lado del rey -relata Mendoza- sacaron a don Alfonso de la refriega de Badajoz muy mal herido de un lanzazo. Debilitado el Monarca por la fatiga con que saliera de los duros trances que había corrido, .v casi muerto o aletargado por el efecto de la pérdida de sangre, fue conducido a Coria, ciudad recientemente conquistada. Repuesto don Alfonso de sus heridas se propone seguir adelante, hacia la frontera de Córdoba, y entendiendo que la causa de la derrota de Zalanca fue, sin duda, el olvido que tuvo de la imagen de la Virgen Protectora, ya que en esta ocasión la había dejado en su oratorio Real en Toledo; inmediatamente ordena a su capellán Marcelo Colino vaya a la ciudad imperial, recoja la venerada imagen y la traslade al campamento cristiano. El célebre cantor de Nuestra Soberana, el ya citado don Agustín Salido, refiriéndose a este acontecimiento, termina su tercer romance con estos versos: |
"Noche fué aquella cruel para el rey que afinojado en su tienda con su corte de Dios implora amparo. Un súbito pensamiento vino a su mente rodando, y con acento resuelto, y con semblante inspirado, ¡Marcelo Colino, exclama, pronto a Toledo a caballo, mi Virgen, venga, mi Virgen ¡Perdón, Señora, os demando, si olvidé vuestros favores y desprecié vuestro amparo! Y cayendo de rodillas, so el pecho cruzó las manos". |